29 Sep Clases de refuerzo en verano
¿Quién dice que el curso escolar tiene sus meses de descanso en verano?, en la farmacia estamos sometidos a las evaluaciones continuas; bien por “confiados eruditos” que obtienen todo su información de cuestionables fuentes: bien internet, bien por disciplinas aprendidas con juicioso sentido.
En el primero de los casos están:
– desde los ilustrados, al menos presumiendo de ello, que nos deleitan con una clase magistral de los conocimientos que toque ese día. Como quien en plena ola de calor, nos enseñó cómo tomar el agua para que ésta haga, completa y bien, su función: “El agua hay que beberla a buchitos y no de golpe. Verás, los minerales se van distribuyendo y riegan el cuerpo poco a poco, de la misma manera que abandonan el organismo. Si lo haces de golpe, los minerales se desubican y no saben dónde ir y salen todos de golpe por el orín. Está basado en teorías científicas. Lo dice internet”.
– hasta los conocedores de la tabla periódica que hacen complicado lo sencillo, como pedir el líquido naranja que contiene cloro, sodio y potasio; en lugar de suero sabor naranja en brick.
Ya en el segundo grupo, tenemos:
– clases de filosofía y metafísica avanzada. Preguntas como: “¿la saliva se acaba? ¿En qué momento?”, o llamadas telefónicas a primera hora del sábado, después de una guardia, cuando alguien que no se identifica te dice: “soy ese hombre que se pasa por los farmacéuticos”, y me hace sentir entre emocionada y asustada.
– matemáticas y los sistemas de medida para calcular tallas en productos de ortopedia o, ya para nota, dosis de cuestionable prescripción, como la toma de más de 5 comprimidos de metotrexato al día, dosis de antibióticos propios de adultos en bebés, o la toma de un opiáceo cada 20 minutos.
– física, con la que las fuerzas acústicas vocean, nada más entrar, “déjamelo de punta media porque el fino no lo siento y el gordo ni me entra”. Es entonces cuando se dispara el listado de preguntas con el resto de compañeros en la rebotica para saber con quién habló y de qué, y resuelves el desbarajuste. Alguien aclara con voz melodiosa que lo que pide son los recambios de cepillos de dientes.
El recreo llega con el momento relax que te saca la sonrisa al escuchar cuando te solicitan “¡un orgasmón!” (Organón®).
Y el día no puede acabar sin el estudio y reciclaje de las lenguas regionales: “déjame algo pa´l pomo, que lo tengo escarranchado y a ver si así me baja la pelota de las madres”.
Julia Machado.
Farmacéutica en Lomo Magullo.