EL SUICIDIO COMO PROBLEMA DE SALUD PÚBLICA. UNA PERSPECTIVA DESDE LA FARMACIA COMUNITARIA

Dentro del Plan de Salud Mental adoptado por la Organización Mundial de la Salud en la 66ª Asamblea de mayo de 2013, la prevención del suicidio ocupa un lugar relevante lo que se hace patente con la publicación en 2014 del documento “Prevenir el suicidio. Un imperativo global” [1]. Como se expresa en el propio informe, muchos son los factores sociales, psicológicos, culturales y otros que pueden interactuar para llevar a una persona a un comportamiento suicida, pero, a pesar de esta evidencia, los programas de prevención han constituido a menudo una prioridad baja para los gobiernos y los responsables políticos. Por eso se hace una llamada urgente a priorizar en las agendas de las políticas públicas la prevención del suicidio como un problema social y de salud pública.

Los datos siguientes pueden ayudarnos a tomar conciencia de la dimensión del problema:

En el mundo se suicidan casi 800 000 personas al año, es decir, del orden de 2000 personas al día (teniendo en cuenta que la estadística muestra 25 intentos por cada acto consumado). En España, según datos del 2020, se produjeron una media de 11 suicidios al día -uno cada dos horas y cuarto-, cantidad que significó el mayor número registrado en la historia: 3941, con una tasa de 7,92 muertes por 100 000 habitantes (12,54 en hombres y 3,91 en mujeres). Es la primera causa de muerte no natural y genera casi tres veces más que los accidentes de tráfico, tres veces más que los accidentes laborales, 14 que los homicidios y 86 que la violencia de género. En definitiva: más que todas esas causas juntas. Aun así, España posee una tasa de suicidios significativamente más baja que otros países. “Pero a pesar de estos datos y los esfuerzos de investigación en el comportamiento suicida, todavía existen brechas significativas entre las políticas de investigación, prevención, práctica clínica y estrategias adecuadas para la prevención de la conducta suicida” [2], aunque el Gobierno de Canarias ha iniciado la puesta en marcha de un Programa de Prevención de la Conducta Suicida en Canarias.

En este contexto, ¿qué papel podemos o debemos desarrollar como farmacéuticos?

Es cierto que el potencial de actuación de los farmacéuticos comunitarios en las estrategias de prevención del suicidio no se ha percibido o desarrollado, aunque quizá pueda decirse que este aspecto ha recibido poca atención profesional hasta el momento en el propio entorno de farmacia comunitaria. Pero ahora estamos hablando de un ámbito en el que nuestra profesión, como un vector de vanguardia en la atención sanitaria, no solo no debe quedar al margen de la participación en los diseños de estrategias vinculadas al problema, sino que, desde el propio escenario de la salud pública, se nos exige la colaboración y aporte de experiencias. Así se recoge en numerosas publicaciones en las que se destaca el papel de los farmacéuticos, tanto como primeros agentes de contacto con los enfermos para ofrecer asesoramientos y consultas como formando parte de equipos multidisciplinares, en los que el conocimiento de los patrones de suicidio y los factores de riesgo son importantes para los farmacéuticos comunitarios en su práctica diaria. No hay que olvidar que los problemas de autointoxicación con medicamentos es una causa principal de hospitalizaciones y muertes relacionadas con el suicidio [3], [4], [5], [6].

Papel del farmacéutico

La siguiente pregunta sería ¿cómo podemos desarrollar los farmacéuticos el papel que se nos pide?

Los farmacéuticos, como profesionales de la salud, tenemos la obligación de formarnos permanentemente en todos los temas relacionados con nuestro ejercicio y actualizar los conocimientos necesarios para adquirir la capacitación adecuada. La necesidad del aspecto formativo en el ámbito de la prevención de la conducta suicida y la formación de equipos de profesionales (referidos a farmacia comunitaria) para el apoyo de personas con riesgo está descrita en diversos artículos de investigación [7], [8]. Por esta razón, la Fundación Española para la Prevención del Suicidio propuso a los Colegios Oficiales Canarios de Farmacéuticos, el curso “Previsión del Suicidio para profesionales de farmacia (Prevensuic)” impartido bajo la dirección de Jesús A. Mesones Peral (psiquiatra, jefe de Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario de Torrevieja) y por Andoni Aseán Ramos, (presidente de la Fundación antes citada y representante en España de la International Association for Suicide Prevention, -IASP-). Estructurado en doce bloques temáticos, está enfocado a suministrar al personal sanitario las herramientas necesarias para evaluar y abordar el riesgo suicida en los diferentes entornos sanitarios [9]. Acorde con la información recogida de este curso (que se describe a continuación) y de otras referencias, podría establecerse un marco de actuación, no exhaustivo, para abordar el problema de prevención del suicidio desde la perspectiva de la farmacia comunitaria:
Desestigmatización del problema vinculado a la persona. Este aspecto es muy importante. Mitificar frases como “el suicida es un cobarde o un valiente”, ocultar el problema participando de los tabús existentes y otros mitos, pueden bloquear e impedir una adecuada asistencia al provocar una desconfianza en la persona con tendencia suicida.

Proceso de recogida de información. Este es un mecanismo del ciclo de actuación habitual en la farmacia comunitaria. Conocemos a los pacientes y, aplicado al caso que nos ocupa, implicaría: observación (cambios de conducta o de medicación, por ejemplo), preguntas (con las cautelas de confidencialidad necesarias) a través de las cuales pueden detectarse “señales de alerta” en función de las respuestas, escucha para hacernos partícipes del problema y seguimiento del proceso de medicación.

Valoración en función de la información recibida. El análisis de los datos obtenidos nos permitirá evaluar el riesgo de la conducta observada en función de la presencia de una serie de características de esta.

Conocer con claridad las vías de derivación adecuadas. Puede ocurrir que no existan o que no se encuentran vías de derivación definidas para que se puedan transferir a estas personas a otros profesionales del sistema sanitario. Ello exige la mejora de la comunicación entre los farmacéuticos comunitarios y los profesionales de atención primaria para optimizar el proceso de derivación. Y dar respuesta lo antes posible a un paciente en caso de sospechar que tiene tendencias suicidas.

El problema no es exclusivo de la persona que sufre. Afecta a toda la sociedad, por lo que deben establecerse mecanismos adecuados para educar y convencer a la población de que cualquier persona puede ayudar, buscando especialmente apoyos en personas próximas, en particular con los equipos de atención primaria si el mecanismo de coordinación funciona de forma regular. Aquí conviene señalar la necesidad de atención que debe seguir prestándose especialmente a quienes han sufrido pérdidas de seres relacionados con vínculos personales, los supervivientes.
Promover la difusión del uso del Servicio 024. Conexión telefónica puesta en marcha por el Ministerio de Sanidad para atención a cuestiones relacionadas con la prevención del suicidio.

Las conclusiones del trabajo de Myles L. [4] pueden resumir nuestras propias conclusiones referentes al abordaje de este problema desde la farmacia comunitaria. “Resulta, pues, fundamental que se desarrollen las estrategias adecuadas que permitan que los farmacéuticos se involucren más en la atención de los usuarios de los servicios de salud mental, a través de sistemas de información que recojan tanto a los pacientes que tienen un alto riesgo de suicidio, como aquellos que han intentado suicidarse previamente (Organización Mundial de la Salud, 2014). Los farmacéuticos podrían realizar así un seguimiento preciso a tales personas y promover debates apropiados sobre el tema por parte de profesionales debidamente capacitados”.

REFERENCIAS

[1] WHO Library Cataloguing –in-Publication Data. “Preventing suicide: a global imperative”. ISBN 978 92 4 156 477 9. World Health Organization 2014

[2] Al-Halabí S. and Fonseca-Pedrero E. Suicidal Behavior Prevention: The Time to Act is Now. Clínica y Salud 2021; 32(2): 89-92

[3] Heather Eaton. Role of the pharmacist in suicide prevention: primely positioned to intervene. Journal of Pharmacy Practice and Research 2019; 49 (6): 567–569

[4] Myles L. A role for pharmacists in suicide prevention? The psychologist. The British Psychological Society (May 2020)

[5] Murphy A.L., Gardner D.M., Chen T.F., O’Reilly C., Kutcher S.P. Community pharmacists and the assessment and management of suicide risk. Can Pharm J (Ott) 2015; 148(4): 171–175.

[6] Watkins A, McKee J, Hughes C et al. Community pharmacists’ attitudes toward providing care and services to patients with severe and persistent mental illness. Journal of the American Pharmacists Association 2017; 57(3) :217-224.

[7] Painter NA et al. Advances in Pharmacy Practice. Pharmacist training in suicide prevention. Journal of the American Pharmacists Association 2018; 58: 199-204

[8] Gorton H. Experience and attitudes of pharmacy teams towards suicide prevention: A cross-sectional survey. Res Social Adm Pharm .Available online 22 September 2022. https://doi.org/10.1016/j.sapharm.2022.09.011

[9] “Previsión del suicidio para profesionales de farmacia (Prevensuic)”. Fundación Española para la Prevención del Suicidio.

 

 

Jesús Antonio Pérez Jiménez.

Vocal de Docencia e Investigación del COFLP.