01 Jun No se dejen engañar, es lo mismo
El trabajo llevado a cabo por asociaciones de pacientes, sanitarios y colectivos de afectados por el tabaquismo, así como el conocimiento de prácticas para aumentar la adicción en el consumo de tabaco por parte de las tabacaleras, ha creado una conciencia social sobre las terribles consecuencias del tabaco y los intereses de estas empresas que facturan miles de millones de dólares cada año a costa de la salud y la calidad de vida de la ciudadanía.
La respuesta de estas empresas no ha sido buscar nuevas alternativas de negocio que vayan más allá de ganar dinero a cambio de la salud, al contrario, han invertido parte de sus beneficios en investigar nuevas formas de consumo adictivo de forma legal y otros tantos miles de millones en campañas de marketing que den tinte de “sano” a lo que es igual de dañino a corto y medio plazo y cuyas consecuencias a largo plazo son imprevisibles pero ya sabemos que no serán buenas.
Para que se hagan una idea del negocio, mientras que España en estos últimos tres años ha gastado cerca de 4700 millones de euros en vacunas contra la COVID-19, Philip Morris USA invirtió 12 800 millones de dólares sólo en la compra de una compañía puntera en la fabricación de cigarrillos electrónicos, a lo que hay que sumar lo invertido en su propia investigación, producción, publicidad, distribución, etcétera.
Gastarse más en investigación para conseguir adictos a la nicotina y otros productos que en investigar en medicamentos y vacunas que salven vidas es lamentable, pero no es lo peor.
Las campañas publicitarias de vapeadores que actualmente se permiten disfrazan de sano un producto que ya registra miles de enfermos pulmonares. Y en su descaro han ido más allá, haciendo creer que es inocuo para menores e, incluso, para los más pequeños de la casa, preparando paquetes regalo para ellos.
Los gobiernos tienen la obligación de velar por la salud de la ciudadanía y defender sus intereses. No es de recibo que las autoridades permitan este blanqueo de productos que tienen las mismas consecuencias que ha llevado a poner límites legales al tabaco en forma de cigarrillo.
Como sanitarios tenemos la obligación de velar por la salud de quienes acuden a nosotros y facilitar la información correcta y necesaria que sirva de contrapunto a las agresivas campañas de marketing que las tabacaleras tienen en marcha.
No podemos ser colaboradores de una estrategia engañosa que pretende disfrazar de cura lo que ya se sabe que es un producto igual de adictivo y de consecuencias impredecibles.
En definitiva, lo que se hace es desnudar a un santo para vestir a otro, y eso no es de recibo.
Loreto Gómez Guedes
Farmacéutica en LPGC.